El IoT (Internet Of Things) se ha convertido en una de las industrias tecnológicas favoritas del público. Un hecho que no le valió para quedar exento de críticas y de dudas acerca de su funcionamiento.
Estas dudas que genera no son suficientes para ocultar los mejores productos que la revolución tecnológica ofrece, como son los propios sistemas y soluciones bajo la etiqueta de IoT.
Pero sí que significa que los responsables de estas soluciones tecnológicas tendrán que esforzarse más por justificarlas ante el sector crítico.
En concreto, deben de dejar claro cómo van a lidiar ante cualquier consecuencia imprevista derivada de las iniciativas tecnológicas.
Cuando se habla de esta tecnología, el punto de conflicto es la privacidad: cómo se debe abordar, preservar, recuperarla e incluso definirla.
El asunto es importante, solo basta repasar el ejemplo de Canadá.
En el país canadiense, una protesta pública acabó con ‘Quayside’, un proyecto en el que la subsidiaria de Alphabet's Sidewalk Labs iba a construir un modelo de barrio con alta tecnología y habilitado para IoT, como una pequeña ‘smart city’. El clima que rodeó la implementación de este proyecto, el miedo a la privacidad de los habitantes del barrio, el mal uso de datos recogidos o el capitalismo de vigilancia supuso el principio del fin.
Las reglas del juego habían cambiado.
¿Cómo pueden los proveedores de IoT hacer frente a estas nuevas reglas, a esta desconfianza?
En primer lugar, tomarse este aspecto con la seriedad que requiere. Afirmando que manejarán los datos de forma responsable, ideando y desarrollando un marco integral para la ética digital en el que la privacidad forme parte.
El CEO de Apple, Tim Cook, se posiciona del lado del problema.
Los mecanismos que se encargan de proteger la privacidad deben formar parte desde el inicio en cualquier sistema IoT.
A pesar de que pueda parecer demasiado insistir, los creadores de sistemas deben considerar la privacidad como el producto más importante de su creación, o al menos tomarlo como una de sus prioridades.
Aun así, es cierto que existe una ayuda para los encargados de tomar decisiones de IoT llamada ‘privacidad por diseño’. Se trata de una serie en desarrollo de protocolos de la industria.
Protocolos ‘Privacidad por diseño’
Estos protocolos fomentan lo que la Dra. Ann Cavoukian, Directora Ejecutiva del Instituto de Privacidad y Big Data de la Universidad de Ryerson describe como un enfoque integral, basado en riesgos bien implementados para anticiparlos y donde las medidas para contrarestarlos se incorporan en los sistemas y operaciones.
¿Cómo se podría enfocar en la práctica?
El primer objetivo cuando hablamos de recopilación y uso de datos debe de ser la transparencia.
En el momento en el que salen al mercado, los proveedores de IoT deben explicar lo que planean hacer con los datos recopilados de cualquier proyecto.
Los riesgos que puede haber en la recopilación de datos, así como las averías grandes o pequeñas deben de ser predecibles.
En el caso de una violación de datos los protocolos de respuestas deben de estar elaborados de manera cuidadosa y, por supuesto, ser de nuevo transparentes.
Debe de quedar claro quién es el responsable de la privacidad y de los datos, así como de los problemas que puedan ocurrir en la recogida de datos.
Por eso, una buena idea puede ser contratar a un director o responsable de privacidad.
Los proveedores que trabajan con IoT deben de facilitar la tarea a los vendedores digitales y permitir a los usuarios elegir si quieren formar parte del sistema o no.
Este punto se debe a la utilización de patrones oscuros, artimañas y trucos del mundo digital para engañar al usuario a hacer cosas que no quiere hacer.
Caso LinkedIn
La plataforma online LinkedIn fue multada con una sanción 13 millones de dólares en 2015. Utilizaron un patrón oscuro que enviaba invitaciones secretas a tus contactos para darse de alta en LinkedIn.
¿Cómo conseguían acceso a tus contactos? Te animaban a darles acceso a tu cuenta de correo prometiendo una “red profesional”. Una práctica ilegal que condenó a la plataforma a esa cuantía económica.
Otra alternativa a facilitar el darse de baja de un sistema, es la posibilidad de que el usuario elija primero si quiere participar, cuánto tiempo y de qué manera.
Es decir, un sistema no debería invadir nuestro espacio. Debería ofrecernos la oportunidad de participar en él.
El especialista en ética digital Luca Van der Heide así lo afirma: Debe de ser el usuario el que elija si quiere interactuar o no con un sistema digital, no elegirlo el sistema.
¿Qué objeciones pueden surgir?
Dentro de optar por participar o en un sistema IoT, hay diferentes niveles.
Por ejemplo:
Es habitual encontrarnos con sistemas de IoT que son discretos, algunos incluso hasta llegan a ser invisibles.
Uno de los beneficios de estos sistemas es que ayuda a ahorrar energía, a administrar nuestras oficinas y hogares o encontrar un aparcamiento. Todo, sin darnos cuenta de que hay algo que nos está ayudando.
Esta discreción puede considerarse poco ético. El escritor antes mencionado Van der Heide insiste en que cada sistema de IoT debe mostrarse en algún momento, dejando clara su existencia al público que se encuentra dentro de él.
Es diferente, en el ámbito ético, un sistema que “va de cara” y que desde el principio anuncia su presencia y voluntad de ser transparente ante el público que otro sistema que no lo hace.
De la misma manera, el contexto en la ética digital es importante.
Es decir, un sistema que se encarga de monitorizar la iluminación de una oficina, que recopila datos para un objetivo mayor que guiar a los usuarios a espacios bien iluminados, tiene una categoría ética diferente a otros sistemas.
Como por ejemplo sistemas que son más completos y que optan a un plan más ambicioso en la recopilación de datos.
Si hablamos de ética en sistemas IoT, cualquier problema o contratiempo debe resolverse inclinando la balanza en favor del público y de los usuarios.
Así como de su privacidad y dignidad.
Una iniciativa que aumenta los niveles de dudas o problemas en cuestiones de privacidad debe de ser descartada.
Una gran forma de cuidar los aspectos de privacidad de los sistemas IoT es seguir los ejemplos de modelos que ya están apareciendo en el panorama corporativo.
Aquí te dejamos algunos de ellos:
Es el primer caso de un excelente modelo a seguir por su Data for Good Exchange, que se posiciona como “parte de una larga tradición de defensa de Bloomberg para utilizar la ciencia de datos y el capital humano para resolver problemas en el núcleo de la sociedad".
Una de sus áreas de actividad es la “filantropía de datos”, que implica tener acceso a los datos para reducir la desigualdad de la información y promover el bien social.
Se trata de una empresa con sede en Berlín que ofrece una app de seguimiento de la fertilidad, un área que suele ser protagonista de problemas de invasión de privacidad.
Las políticas de privacidad que ha establecido Clue han recibido elogios de la Electronic Frontier Foundation, una organización sin ánimo de lucro que tiene objetivo conservar los derechos de libertad de expresión en esta era digital.
El instituto de esta empresa, también llamado Instituto JPMorgan, se ha dedicado a utilizar los datos en favor “del bien público”.
Uno de los últimos proyectos de este instituto consistió en analizar "el papel de la liquidez, la equidad, los niveles de ingresos y la carga de pago como determinantes del incumplimiento de la hipoteca”, con el objetivo de que las personas evitaran el incumplimiento de la misma.
Conclusión
De la misma forma que otras tecnologías transformadoras, IoT seguirá sembrando dudas éticas, tan increíbles como fascinantes.
Las pautas que hemos recomendado a lo largo del texto pueden servir de base a los encargados de tomar decisiones de IoT mientras trabajan para conseguir respuestas. Unas respuestas que tendrán efectos positivos en nuestros hogares, nuestras calles y en nuestra economía.
La buena noticia es que la ética ha demostrado ser igual en otros avances tecnológicos para el desarrollo humano. Y lo será también con la tecnología IoT, con los consecuentes beneficios para todos.
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