Idealmente, lo más óptimo para el bienestar de nuestro organismo es contar con una buena dosis de luz azul brillante durante un par de horas por la mañana, que es cuando necesitamos estar despiertos y una luz más tenue y cálida (no azul) por la noches, cuando estamos a punto de irnos a dormir.
Sin embargo, para muchos de nosotros, nuestro día a día nos ofrece justo lo contrario. La iluminación tradicional de las oficinas suele ser demasiado tenue y cálida, y no proporciona la suficiente cantidad de luz azul que necesitamos por la mañana. Por otro lado, las pantallas de ordenador, televisión o de los móviles suelen estar saturadas de luz azul, justamente lo que no necesitamos por la noche, cuando estamos a punto de acostarnos.
De esta forma, podemos apreciar que en la mayoría de los casos, muchos de nosotros trabajamos con menos luz de la que necesitamos durante el día y por la noche al revés, estamos expuestos a una luz que sería más indicada para el día. Así no es de extrañar que nuestro reloj biológico se desajuste.